
El gravel (grava en castellano) es básicamente una modalidad de ciclismo de aventura fuera del asfalto. Se practica sobre una bicicleta que se parece en su geometría a las de carretera de gran fondo, también con manillar curvo, pero con el cuadro y las ruedas adaptadas para poder utilizarla fuera del pavimento. Decir que son un híbrido entre una bici de carretera y de montaña sería quedarse corto: más resistentes que las primeras y más veloces que las segundas, son mucho más polivalentes que ambas dos. Su hábitat natural son las carreteras secundarias alejadas del tráfico, sin importar su estado de conservación, y sobre todo las pistas de grava o arena.
Cada vez más ciclistas se decantan por esta disciplina y en Estados Unidos, por ejemplo, actualmente se venden diez bicicletas gravel por cada una de ruta. Su gran atractivo para los amantes de las dos ruedas es que abre un mundo de posibilidades infinitas, permite descubrir nuevos lugares, paisajes y rincones a los cuales no tendríamos acceso en una bicicleta de ruta. El objetivo es el goce de viajar en bicicleta, recorriendo largas distancias a buenas velocidades por terrenos diversos.
Quienes practican esta modalidad aseguran que permite tener lo mejor de ambas disciplinas, carretera y montaña, y disfrutar de un ciclismo más versátil y dinámico. El contacto directo con la naturaleza y los paisajes es mucho mayor y es perfecta para quienes su principal objetivo es viajar, conocer nuevos lugares y no solo competir. Sin olvidar que es bastante más segura que el ciclismo de ruta al rodar por lugares menos transitados por vehículos y disminuyendo así la posibilidad de accidentes.
Y aunque parece que no hace mucho que se ha popularizado, sus orígenes se remontan a 1903, en el primer tour de Francia cuando había etapas de 300 a 400 kilómetros y cada ciclista llevaba su propio equipo. Entonces, las bicicletas eran de materiales muy resistentes y se recorrían grandes desniveles por terrenos principalmente destapados: gravel en toda su esencia.
Bicicleta gravel vs bicicleta de carretera
Las bicicletas de carretera y gravel son similares en apariencia pero cada una tiene su función. Entre la primera, pensada para el asfalto, y la mtb, para la montaña, la gravel proporciona una mayor versatilidad, pudiendo rodar con gran comodidad desde carretera hasta senderos de montaña, brillando especialmente en las pistas y parcelarias.
Diseño: La bici gravel tiene un paso de rueda muy superior a la de carretera, para poder alojar neumáticos adecuados al ciclismo fuera de carretera, esto nos permite adaptar nuestras cubiertas al terreno más o menos accidentado al que nos vayamos a enfrentar. Suelen tener múltiples roscas repartidas estratégicamente para colocar diferentes portabultos, guardabarros, portabidones, lo que las convierte en compañeras ideales para los viajes cicloturistas.
Son habituales los frenos de disco, así como el uso de pedales de MTB que permiten caminar con mayor comodidad cuando nos bajamos de la bici.
Los modelos más económicos son de aluminio y los de gama alta de carbono, titanio o incluso de madera. Las propiedades absorbentes de estos materiales y la falta de suspensiones les dotan de un confort extra y un look ‘vintage’.
Velocidad: Son un poco más lentas que una bici de carretera cuando circulamos por carretera debido entre otras cosas a sus desarrollos, adaptados a terrenos complicados, y a sus cubiertas, más anchas y con algo de taco para dar mayor tracción. También el peso es algo mayor. A cambio son mucho más rápidas que una MTB, y permiten afrontar terrenos muchísimo más complicados que una de carretera.
Confort: Las bicis de carreteras están pensadas para ser rápidas, las gravel para rodar fuera del asfalto, por lo que su postura es mucho más cómoda y relajada. Además, la mayor anchura de los neumáticos ayuda mucho a absorber las vibraciones de los caminos.
Diversión: La gravel da una mayor versatilidad. Permite rodar por carretera en unas condiciones muy buenas y al mismo tiempo disfrutar de los caminos con gravilla y piedra.