
El día ha comenzado con viento sur, cielos nubosos y algunos claros. Comenzamos nuestro itinerario atravesando parte del pueblo y adentrándonos por cómodos senderos en las faldas de la Sierra de Kodes. Vamos conversando tranquilamente mientras nos adentramos en los frondosos y ancianos bosques de encinas y posteriormente de hayas y robles que atesoran espléndidos rincones con una belleza exuberante en esta primavera incipiente. Podemos ver brezos floreciendo, tomillos, lavandas, prímulas con sus características y radiantes flores amarillas, así como los también amarillos dientes de león, los últimos narcisos de la temporada y las primeras hojas de las hayas que están brotando, otorgando al paisaje de una belleza inconmensurable que nos transporta al renacimiento de la vida. La fauna del lugar también canta a la vida, los trinos de las aves en pleno apogeo, los rastros de animales en la tierra, los grandes rapaces volando en parejas por el cielo que va abriéndose y nos deleita con la luz y el calor del sol que ya nos acompañará durante todo el recorrido.
Durante la marcha vamos interpretando el territorio y también compartimos y mostramos algunos recursos importantes e interesantes cuando realizamos actividades de este tipo: las señales de GR, PR y SL, cómo interpretar por donde va nuestro recorrido cuando llegamos a un cruce, el mapa y algunas aplicaciones para el teléfono móvil relacionadas con la cartografía, la orientación, la descarga de recorridos, etc.
Hoy también hemos compartido las vistas espléndidas de los valles escondidos que después atravesaremos; y el silencio: el silencio exterior y el silencio interior. Durante un tramo del recorrido hemos ido en silencio atentas/os, nuestro cuerpo, nuestra respiración, nuestras pisadas, a la temperatura, a nuestros sentidos, la vista, el oído, el olfato, la piel… atentas/os a otros estímulos.
Y, de esta manera, hemos llegado a la parte más complicada del descenso debido a la humedad reinante; un par de tramos cortitos que hay que bajar con cuidado. De uno en uno los hemos pasado con alguna ayuda y también alguna culada. El sendero se vuelve a convertir en un camino más ancho que nos acerca hasta el río Ega que baja con un caudal importante. El agua que recorre y nutre la tierra y que baña las riberas de este entorno y que recorremos paralelamente por una pista ancha con un sol radiante que nos acerca a nuestro punto de partida, Kanpezu para volver al Estadio.